Pinos
Donde quiera se alzan las alargadas siluetas de las troneras añorando el humo que antes despedían, debajo de ellas quedan las antiguas haciendas de beneficio. Y así, entre ruinas, la gente pasa sus días: se entra a la parroquia para adorar a “Papá Jesús” o se mira la tarde desde una banca en el Jardín de las Flores, mientras el único panadero que sigue haciendo pan de horno le vende un bolillo de leche a un niño; alguien bebe mezcal en la cantina Puerto Arturo, otros asisten a un taller de manualidades en el patio del viejo convento franciscano; una mujer se asoma a la calle desde un balcón enrejado, está esperando que llegue diciembre y con él la noche en que las calles se iluminan bajo la luz de faroles de múltiples colores.